La edad de las cosas
desde que empezaron a existir…
lucen
sin ningún tipo de recato su dignidad
fabricada
de reflejos descompuestos y oscuras insignias,
deambulando entre las sombras
deambulando entre las sombras
-como
el perturbado Hamlet o el ambicioso McBeth-.
Siempre han sido inestables
Siempre han sido inestables
las huellas sobre la claridad llana.
No
juega a ser guía de encrucijadas avenidas;
me permite vagar entre suspiros sobre los desnudos valles
y hallar en cada ocasión diferentes frutos
me permite vagar entre suspiros sobre los desnudos valles
y hallar en cada ocasión diferentes frutos
sin
el sabor incierto del pánico y la culpa
¡Oh, siento el plumaje tirante
y luminoso sobre las nubes!
Lento
converge en la espalda del mundo,
el cícero poderoso amurallándome las fronteras.
Me clausura la ansiedad por el aire ignorado;
el cícero poderoso amurallándome las fronteras.
Me clausura la ansiedad por el aire ignorado;
una
contienda de siglos cuerpo a cuerpo,
una disputa de hienas que sonríen con ternura.
Y una tregua,
una disputa de hienas que sonríen con ternura.
Y una tregua,
en
la lluvia que anticipa el ciclo de cada instante de eternidad;
en el rastro de una época que es constancia de las nubes
y el hogar encendido, quemando
en el rastro de una época que es constancia de las nubes
y el hogar encendido, quemando
-
una
por una - las horas sin retorno.
Es la edad de las cosas,
desde que empezaron a existir…
la
misma que se lleva y se trae fragmentos
de memorias.
Reemplaza los vacíos - oculta los horrores –
Reemplaza los vacíos - oculta los horrores –
-como
Juana de Arco en los ardientes pasillos del tiempo.-
También yo le niego la más mínima pausa.
También yo le niego la más mínima pausa.
Espío
sus rincones y subo a las terrazas donde asoma el porvenir;
cruzo los dedos y mezclo mis oraciones;
los puntos cardinales se coagulan en pompas diáfanas,
cruzo los dedos y mezclo mis oraciones;
los puntos cardinales se coagulan en pompas diáfanas,
liberadas
en cada imagen de mí misma
- antaño
y a diario -
y ella envilece la porosa humedad de su boca ingrata,
hasta extraviarse lentamente en los amarillentos huecos de su libido.
y ella envilece la porosa humedad de su boca ingrata,
hasta extraviarse lentamente en los amarillentos huecos de su libido.
Y
no voy a hablar ahora de los pálidos límites del “aunque”
a la manera de algún filósofo griego,
una pitonisa etérea, señora de mí misma en otro yo
huyendo del oscurantismo.
Es apenas ella - sombra fiel-
a la manera de algún filósofo griego,
una pitonisa etérea, señora de mí misma en otro yo
huyendo del oscurantismo.
Es apenas ella - sombra fiel-
imagen
y semejanza del puro transcurrir,
la edad de las cosas desde que comienzan
a morir.-
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